martes, 14 de enero de 2014

La mirada del lobo

por Constanza Michelson
Poco queda de la mujer fatal, esa retratada tantas veces en el arte. Aquella mujer misteriosa, seductora que puede hacer claudicar a cualquier héroe. Mujer siempre extranjera, en tanto desconocida, ominosa; fatal en tanto siempre pertenece a Otro (o bien, nunca pertenece a quien quiera poseerla) invitando a transgredir lo prohibido, por supuesto elevando el deseo a las nubes. Poco queda de ella, ha sido más bien sustituida por otra figura: "la modelo" y todas sus variantes. Mujeres, éstas últimas, de pura superficie, sin enigma, sin transgresión. Kant señalaba que lo bello inspiraba una tranquila contemplación, mientras que lo sublime evoca ese extraño placer que conlleva temor. La modelo, mujer bella muestra sin censura su cuerpo y su intimidad, con la idea de que eso es todo, no hay enigma, no hay engaño, no hay amenaza para nadie; en fin mujeres diseñadas por hombres: demasiado domesticadas.
La historia ha sido escrita en masculino, en su lógica falocéntrica, llena de solemnidad, insignias y héroes (lea por favor la alegoría a lo heroico que hace el Sr. Piñera en la edición del 12 de Septiembre de la revista Que Pasa). Lo femenino por su parte, siempre insolente con la seriedad masculina, desde la disidencia puede embaucar, ridiculizar el templo de lo fálico; en el fondo es una posición arriesgada , en tanto no hay nada que perder (a diferencia de lo masculino que está siempre embarazado, complicado con el tener).
Esa parte disidente que puede habitar en lo femenino - por cierto, como todo lo disidente- es callada ya que amenaza. Históricamente ese femenino ha sido castigado (en la literatura son esas que siempre terminan mal, con un castigo ejemplificador), encerradas, acusadas de locas, de brujas, de putas ante el más mínimo impasse; todos nombres que capturan su diferencia. Hoy a lo disidente se le aplica la ley antiterrorista, quizás no es tan distinto a lo que ocurre en lo privado de un femicidio: lo que se quiere eliminar es el terror que la alteridad de una mujer conlleva; si al final de cuentas se mata a una mujer cuando no se puede poseer.
Un amigo le llama graciosamente "la mirada del lobo", a aquellas féminas que generan desconfianza, de las que nunca se sabe bien que quieren. Muchos escapan o bien se encargan de apagarlas, convirtiéndolas en damas virginales a quien proteger, en mejores amigas o se las degrada acusándolas con demasiada facilidad de putas, maracas, etc. Debo decir que les ocurre incluso a aquellos que se sienten progresistas. Muchas veces son las propias mujeres quienes borran su mirada del lobo, ya sea compitiendo con lo masculino, o bien volviéndose demasiado predecibles, demasiado legítimas.
Todas cobardías frente al vértigo del goce. 
Si usted es un poco loca, no renuncie, no acuda tan rápidamente a la farmacia.
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